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¡A aplanar la curva de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero!

Columna del profesor Luis Cifuentes, PhD-Director de Unidad GreenLab de Dictuc, publicada en Clase Ejecutiva UC, El Mercurio.

La pandemia puede dejar algunas lecciones acerca de cómo enfrentar el cambio climático. Aunque la crisis climática se desarrolla en una escala de tiempo mucho más larga, sus efectos se harán sentir en todo el mundo. Al igual que en la crisis sanitaria, se requiere de un esfuerzo global para superarla.

 La grave pandemia que asola el mundo ha demostrado cuán frágil es nuestra vida. El modo de trabajar, estudiar y vivir ha cambiado para la gran mayoría de los habitantes del mundo, para algunos con graves consecuencias, para otros con efectos indirectos, pero ningún país o región ha quedado indiferente.

¿Qué tiene que ver esto con la lucha contra el cambio climático? Mucho. Se trata de dos crisis que, aunque de naturaleza diferente, afectan a toda la humanidad. El mundo superará la actual problemática sanitaria, pero con muchos sacrificios. Tal vez se puede aprender de esta experiencia para enfrentar de mejor manera la crisis climática que se avecina. Así como aplanamos la curva del COVID-19, tenemos que aplanar la curva de las emisiones de CO2 que muestra la figura.

LAS LECCIONES

Hay bastantes similitudes entre ambas situaciones: aunque la crisis climática se desarrolla en una escala de tiempo mucho más larga (décadas y hasta siglos), sus efectos se harán sentir en todo el mundo, sin que ninguna nación se pueda abstraer de ellos. Al igual que en la crisis sanitaria, se requiere de un esfuerzo global para enfrentarla.

Aunque sea temprano, se pueden sacar algunas lecciones de la situación actual.

Primero, la cooperación de todos los países es fundamental. Así como ningún país puede derrotar el virus por sí solo (salvo que se aísle completamente, cosa que no es sostenible), ningún país puede reducir el riesgo del cambio climático por sí solo. Es necesaria la cooperación y el esfuerzo de todos.

Segundo, mientras antes se actúe, mejor. Los países que tomaron medidas tempranamente pudieron aplanar la curva de contagios y de muertes mucho más rápida y fácilmente, sin tener que tomar medidas muy costosas como las cuarentenas totales que debieron imponer los que comenzaron más tarde, o sin tener que lamentar la pérdida de demasiadas vidas.

Lo mismo ocurre con los efectos del cambio climático: si se hubiesen tomado medidas hace décadas, sufriríamos menores efectos, y los costos de estas medidas habrían sido menores, ya que se podrían implementar en forma gradual. Si se demora aún más la acción (como desgraciadamente se está haciendo ahora), se tendrán que tomar medidas mucho más drásticas en el futuro, o aceptar sufrir efectos nocivos mucho más grandes. Es de esperar que la experiencia de la crisis sanitaria nos convenza de que a veces lo inesperado ocurre, y que las consecuencias pueden ser gravísimas.

Tercero, y en una nota más positiva, esta crisis nos da esperanza, porque ha mostrado que frente a la crisis podemos hacer sacrificios individuales por el bien de todos. Hemos sido capaces de cambiar nuestra conducta y modo de vida de maneras imposibles de imaginar antes de la crisis. Es cierto que es una situación extrema, pero hemos demostrado que podemos realizar acciones que hace un año habrían parecido imposibles, por el bien común. También nos hemos encontrado con el otro, y nos preocupamos por su salud y bienestar. Incluso, aunque sin llegar a generalizar, ha surgido un sentimiento relativo a la importancia de cuidarse entre todos para superar la crisis.

Cuarto, la participación de la ciudadanía y el concurso de la ciencia son indispensables. Así como es impensable superar la crisis sanitaria sin la colaboración decidida de la ciudadanía, y las recomendaciones de la ciencia, también ambas son indispensables para la crisis climática. La ciencia del cambio climático está mucho más avanzada que la del COVID-19, y ya tiene respuestas suficientes para tomar acciones sin posibles errores. Falta la participación de toda la ciudadanía. Sus decisiones de consumo y actividad tienen impacto directo en las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI). No se puede obviar esta responsabilidad.

ES CLAVE ACTUAR HOY PARA ENFRENTAR LA CRISIS CLIMÁTICA

Ambas crisis, sanitaria y climática, son desafíos complejos. Se debe aprovechar la experiencia de una, para enfrentar la otra.

Al igual que el coronavirus, la crisis climática afecta a todos los habitantes de Chile y del mundo. Muchos ya han sufrido por incendios, otros por sequía, y algunos por inundaciones, o por olas de calor. Las formas son variadas, pero las consecuencias son casi siempre negativas, y lo serán aún más en el futuro.

La crisis climática se desarrolla a una velocidad mucho menor —por eso sus efectos no son tan evidentes y no nos movilizan tan rápido— pero de cualquier modo es urgente actuar, y capitalizar sobre los cambios que ya hemos tenido que realizar.

Hemos moderado nuestro consumo, un controlador de las emisiones de gases de efecto invernadero. Hemos reducido nuestros desplazamientos al mínimo necesario. Tuvimos que aprender a planificar muy bien el tiempo que teníamos disponible. Todas estas prácticas nos muestran que podemos hacer casi lo mismo con menos recursos. ¿Por qué no mantener alguna de estas prácticas para siempre?

La recuperación de la pandemia requerirá de grandes estímulos fiscales —los más grandes en la historia— para recuperar la actividad económica. La oportunidad para encauzar la recuperación hacia un futuro sustentable no se puede desperdiciar. Los estímulos económicos se pueden lograr conjugando varios objetivos simultáneamente: además de reactivar la actividad económica, se pueden lograr beneficios sociales y ambientales de largo plazo. Algunas posibilidades en discusión actualmente:

Las inversiones en energías renovables no convencionales (solar especialmente) son intensivas en mano de obra al comienzo, creando nuevos empleos cuando son más necesarios, y ahorros de operación posteriormente.

El acondicionamiento térmico de viviendas también requiere de mano de obra local, y produce ahorros futuros continuos. Además, puede ser focalizado en grupos vulnerables de la sociedad, aumentando su aceptabilidad social y promoviendo mayor equidad.

Las inversiones en capital natural, como la reforestación o la recuperación de ecosistemas también requieren muchos empleos y producen muchos beneficios futuros. Estos programas requieren también inversión en educación y entrenamiento, que aumentan el capital humano en forma permanente.

Inversiones en infraestructura limpia, algunas muy simples, como ciclovías o mejores vías para el transporte público; o más complejas, como la infraestructura para la electromovilidad o para la producción y almacenamiento de hidrógeno verde, también producen un doble beneficio.

Ojalá la autoridad considere algunas de estas ideas.

GreenLab es la unidad de Dictuc S.A. que presta servicios de asesoría para contribuir al desarrollo sustentable de Chile y el mundo, desarrollando análisis de la más alta calidad para la toma de decisiones, públicas y privadas, en el logro de sus objetivos ambientales. Para más información sobre nuestros estudios visite nuestra página web.